La esquizofrenia venezolana
Felipe Burbano de Lara
fburbano@hoy.com.ec
La versión más radical y contestataria del llamado giro a la izquierda de América Latina agoniza en Venezuela en medio del caos reinante, los delirios políticos de sus gobernantes y la desesperada consigna burocrática de alcanzar la suprema felicidad del pueblo a través de una subsecretaria. Si el giro a la izquierda empezó a fines de la década de los noventa en Venezuela, con el triunfo del coronel Chávez, agoniza en ese país en medio de un fracaso general. Imposible tanta acumulación de errores, tanta ignominia, en el manejo del Estado y la política. Se ha llevado todo, absolutamente todo, hasta el límite, y hoy empiezan a crujir todas las estructuras.
Frente a la lenta agonía del Socialismo del Siglo XXI, con sus flagrantes violaciones a los derechos y libertades de los ciudadanos, sus socios bolivarianos han preferido guardar silencio espantados seguramente de ver cómo el paraíso cae como un castillo de arena. Les gana la sorpresa y la urgencia de no retratarse en ese espejo quebrado. De ese modelo estatal, al que todos saludaron con júbilo al inicio, con el que todos coquetearon revolucionariamente, empuñando la espada de Bolívar –dirán ahora- hay que tomar la mayor distancia posible. Se impone un silencio sobre los excesos del modelo, sobre los errores, sobre la filosofía política que lo inspiró, sobre las promesas refundadoras.
El chavismo sin Chávez, sin la alquimia del carisma, sin el caudillo que alimente la ilusión salvadora, sin el icono redentor, despierta a la cruda realidad: crisis económica, especulación cambiaria, inflación galopante, inseguridad, escasez de alimentos, colapso de las empresas estatales… La cruda realidad intenta ser disfrazada desde los delirios simbólicos del alucinado Maduro: rostros que aparecen en las montañas, pajaritos con mensajes traídos del más allá y oficinas estatales para alcanzar la suprema felicidad del pueblo. Una serie de payasadas con las cuales se quiere llenar el vacío del líder. Tanta manipulación del recuerdo y la memoria de Chávez han servido solo para ahondar el desastre. ¿Cómo fue posible que Venezuela perdiera su cordura y su razón? ¿Cómo fue posible llegar a un desquiciamiento tan descomunal? Por el momento, el atajo sigue siendo la invocación a la guerra, la palabra preferida del alucinado Maduro. Un enemigo conspirador, diabólico, imperialista, burgués, alimenta sin cesar los delirios y las paranoias, tanto como para movilizar a los milicianos revolucionarios a las calles para frenar el caos. Tanta arrogancia revolucionaria en medio de la mayor bonanza petrolera de la historia venezolana han llevado a un callejón sin salida. ¿Arrogancia y corrupción juntas? ¿O solo corrupción?
El fracaso de la revolución bolivariana en Venezuela obliga a dejar de lado y sepultar al chavismo para pensar modelos de transformación social democráticos y viables. El modelo venezolano exige una reflexión crítica sobre el estatismo cuando rompe todo equilibrio con el mercado, la sociedad civil y el régimen político. ¿Qué se puede aprender del fracaso que no sea el coro interesado de la derecha con su proclama a favor de un capitalismo liberal? Que hablen los socios revolucionarios del ALBA, que den sus fórmulas, en lugar de guardar tanto silencio frente a un modelo que, en su momento, elogiaron.
Tomado de : Diario Hoy